Komondor, paz y amor

Reconozco que he escogido este perro para hablar de él solamente por su nombre, me ha hecho mucha gracia (soy un gran fan de Chiquito de la Calzada) y además no me sonaba de nada. Sin embargo, en cuanto he visto su foto lo he reconocido inmediatamente: es mi viejo amigo rastafari, el perro ovejero húngaro. De ahí el ingeniosísimo título que se me ha ocurrido…

Como su primo Puli, Komondor es un perro húngaro de origen incierto y con pocos parientes cercanos, lo que hace pensar que llegaron, bien con los magiares del siglo X, bien con los tártaros unos cientos de años más tarde. En cualquier caso, son recios pastores y aguerridos guardianes cuya peculiaridad capilar les ha granjeado una gran aceptación entre los aficionados.

Komondor

Físicamente es un perrazo, con unos 80 centímetros de altura y 50 kilos de peso, fuerte y corpulento. Tiene una cabeza regular, hocico alargado, ojos oscuros y ovalados, orejas caídas en V. Pero lo que destaca del Komondor es su pelaje de gruesos y lanudos cordones, siempre blanco. A los nueve meses el pelo empieza a crecer y rizarse mucho; a los seis años, las rastas ya habrán alcanzado el suelo.

Solemos fijarnos en la apariencia del Komondor, cuando bajo el mismo alberga un excelente carácter

El Komondor es un perro de exterior; activo, dominante, muy juguetón con los niños y los conocidos, pero distante con los extraños. Valeroso, trabajador, protector y sufrido, es el tipo de perro al que conviene dar unos patrones educativos que agradecerá él y quienes lo rodean. Necesita poco más para ser feliz, y puede serlo mucho.

Necesita largos paseos para correr y descargar energía. Por lo demás, es un perro muy saludable, y su pelo requiere menos atenciones de lo que pudiera parecer, simplemente definir las rastas enroscándolas a mano para evitar enredos graves. Que no se moje demasiado. Como todas las razas grandes, pueden presentarse problemas de displasia de cadera y torsión de estómago, pero es realmente un animal que visitará poco al veterinario.

Dice la leyenda que el extraño formato de su pelaje le ayudaba a evitar las mordeduras de los lobos. Suena fantástico, pero sea o no verdad, el dicho da testimonio de la dureza de la vida tradicional de la raza, dureza que se ha transmitido a las actuales generaciones. A pesar de los estilos de vida más sedentarios que pueda llevar hoy en día, no deja de ser el guardián del Puszta.